El hallazgo ocurrió en el Lago Diamante, en la provincia del Catamarca, en el noroeste de Argentina. Un espejo de agua en medio de un gran cráter volcánico que –según los expertos- es el entorno más parecido que existe a la Tierra primitiva, de hace 3.400 millones de años.
"Estas lagunas y las bacterias que sobreviven en ellas guardan el secreto de mecanismos de resistencia a condiciones extremas que pueden tener muchas aplicaciones biotecnológicas", explicó a BBC Mundo María Eugenia Farías, microbióloga del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) e integrante del equipo responsable del descubrimiento.
Y si las bacterias logran subsistir en este paisaje inhóspito, sugieren los investigadores, podrían sobrevivir también en un hábitat como el del planeta Marte. Esto forma parte de una ciencia muy nueva, llamada astrobiología y ocupada en investigar formas posibles de vida extraterrestre.
Vivos y en desarrollo
Desde hace una década, Farías y su equipo se dedican a estudiar las lagunas andinas, ubicadas entre los 3.500 y los 4.600 metros sobre el nivel del mar.
En la composición de sus aguas, muchas variables son extremas. En el lago Diamante, por ejemplo, la salinidad es cinco veces mayor a la del mar y el arsénico está 20.000 veces más concentrado que en aguas consideradas aptas para consumo humano.
Pero no sólo eso: la alcalinidad es altísima, hay muy baja presión de oxígeno y elevada radiación ultravioleta. Las variaciones de temperatura también son extremas, con oscilaciones de hasta 40 ºC entre el día y la noche.
"Estas condiciones son muy parecidas a las de la Tierra primitiva donde no había una capa de ozono, y al planeta Marte, donde tampoco la hay. Se sabe que en el planeta Marte hay agua congelada o la hubo en otros momentos y en la Tierra primitiva también había agua, porque la vida se desarrolló desde el agua", señala Farías.
Así, en plena Puna argentina, los científicos encontraron estos organismos formando los llamados "tapetes microbianos" o estromatolitos. Estas asociaciones microbianas de algas y bacterias son los primeros registros fósiles que se conocen, sólo que ahora han sido hallados vivos.
"Es como un fósil viviente: estamos encontrando el ecosistema más antiguo de la tierra, vivo y desarrollándose en las condiciones más parecidas posibles a esa Tierra primitiva", recalca la científica.
Poderosas
Bacterias resistentes hay muchas, dicen los expertos. Al calor extremo, a la salinidad elevada, a la falta de agua…
Lo particular de estas superbacterias es que son capaces de prosperar en entornos con múltiples condiciones extremas. De allí su nombre: poli-extremófilas.
"Ahora queremos estudiar el ADN completo de todas estas comunidades de bacterias y estudiar los genes que les ayudan a vivir en estas condiciones. Esto nos puede contar mucho de nuestro pasado", señala la científica, en diálogo con BBC Mundo.
¿Y qué hay de la vida más allá de nuestro planeta? En teoría, para estudiar cómo sería la subsistencia de organismos en el llamado planeta rojo no hay mejor laboratorio que la Puna andina, con sus condiciones de extrema radiación ultravioleta, agua y oxígeno escasos y cambios drásticos de temperatura.
Uso comercial
El hallazgo, único en el mundo, permite también anticipar otros usos para las bacterias poliextremófilas.
Por ejemplo, la generación de biocombustibles.
"Si se quiere usar algas para generar biocombustible, éstas pueden crecer en aguas con alto nivel de arsénico que no son usables para riego o para consumo humano, con lo cual no competirían en espacios donde se puedan producir otros cultivos, que es el gran problema de destinar superficies a cultivos de biocombustibles hoy: que podrían competir con el espacio que destinamos a cultivar alimentos", detalla Farías.
También tienen aplicaciones en procesos de "biorremediación", como se llama al uso de organismos vivos para recuperar ecosistemas dañados. Por caso, si se contamina una zona de alta salinidad o una porción de la Antártida, serían muy útiles las superbacterias capaces de resistir la salinidad o el frío extremos para restaurar esos hábitats.
Hasta la industria farmacéutica podría beneficiarse: los mecanismos de resistencia que tienen estos organismos pueden servir para producir antioxidantes, antitumorales y hasta cremas con pantalla para la protección solar.
BBC
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