"Son los colores más increíbles nunca antes encontrados en una tumba", dijo Hawas ante los periodistas, que bajo el inclemente sol de julio intentaban tomar nota de las antigüedades robadas a las arenas egipcias y de las explicaciones del egiptólogo más mediático del país.
Al enterramiento, que en realidad son dos, se llega tras transitar varios kilómetros por una inhóspita pista de arena, desde donde se puede ver a unos cientos de metros la pirámide escalonada del faraón Zoher.
En ella descansaban los restos de dos altos funcionarios de la V dinastía faraónica (2500-2350 a.C): Sin Dua, sepultado en la sala principal de la tumba, y su hijo Jonso, cuyos restos fueron depositados en una sala adyacente a la de su padre.
Ambos ostentaron los títulos de "supervisor de funcionarios", título del que no se tenía conocimiento hasta ahora, y de "jefe de los escribas", entre otros.
Lo más llamativo de este descubrimiento son los luminosos colores con los que está pintada la "puerta falsa" de la tumba de Jonso, el umbral por el que, tal y como creían los egipcios, el alma del difunto debía entrar al mundo de los muertos.
En la puerta y sobre un fondo blanco, unos nítidos marrón, rosa, amarillo, azul y negro muestran a quien fuera jefe de los escribas, junto a jeroglíficos que indican sus distintos cargos y su nombre.
Bajo la entrada al otro mundo, esculpida en roca, hay un pequeño altar de sacrificios.
"La tumba del hijo, Jonso, es única e increíble" explicó el experto, que añadió que en la "puerta falsa" hay "un altar de sacrificios" y se puede ver a Jonso "en distintas posturas en las que se muestra la belleza" de los colores. "Una belleza que posiblemente nunca se haya encontrado en otra tumba", dijo Hawas dentro del pequeño habitáculo.
En la sala reservada a Sin Dua, de más amplias dimensiones, y al igual que la de Jonso, enterrada a unos cuatro metros de profundidad, también destacan los nítidos colores de la "puerta falsa", en la que Sin Dua aparece sentado frente a una mesa de ofrendas.
"¿Cómo estos colores, en mi opinión los más increíbles descubiertos en una tumba, han podido mantenerse durante 4.200 años?", se preguntó Hawas, que subrayó que desde su descubrimiento habían comenzado las labores de catalogación y conservación.
Ante la "puerta falsa" de la tumba de Sin Dua fue hallado también un pozo, ahora cubierto, de unos dieciséis metros de profundidad, en el que se encontraron los restos del féretro del difunto, afectado por la humedad.
Asimismo, desenterraron numerosos artefactos y objetos utilizados en los ritos fúnebres del antiguo Egipto, que, al parecer, se mantuvieron a salvo de los saqueadores de tumbas gracias a la profundidad en la que fueron depositados.
Entre ellos, varios recipientes de piedra caliza con forma de pato que contenían huesos de estas aves, una cabeza de madera o un pequeño obelisco de unos 30 centímetros.
Según indicó Hawas, apostado en una plataforma de madera situada sobre el pozo, los egipcios de la dinastías V y VI solían colocar en en sus tumbas obeliscos como símbolo de su creencia en el dios sol Ra.
Estos sepulcros "forman parte de un enorme cementerio que se ha descubierto recientemente en la zona de Saqara por una misión arqueológica egipcia que trabaja en la zona desde 1988", explicó Hawas, que llamó la atención sobre el hecho de que estas tumbas son las primeras que han sido excavadas.
Esta necrópolis, de la que no se tenía noticia, tal y como comentó Hawas, se encuentra dentro del complejo arqueológico de Saqara, en una zona conocida como "Yiser al Mudir" y en la que el arqueólogo egipcio espera realizar muchos hallazgos.
No obstante, antes de abandonar la tumba escalando por una rudimentaria escalera de madera y ataviado con su inseparable sombrero, sus "jeans" y su camisa vaquera, Hawas recordó a los periodistas: "Nunca sabes los secretos que pueden esconder las arenas de Egipto".
EFE
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